Cada especie de araña difiere en comportamientos de cortejo en los miembros masculinos, en técnicas de cópula y en las estructuras genitales.
Después de que el macho maduro ha culminado su última muda, depositará su esperma en una tela espermática para después recogerlo con su bulbo copulador y posteriormente insertarlo en la abertura genital de la hembra.
El cortejo es muy importante para los machos, pues muchas veces son de menor tamaño que las hembras y estos deben ser muy precisos en sus movimientos para no ser confundidos con presas o atacantes. Se ha distinguido tres niveles de complejidad de cortejo de acuerdo con el tipo de familia.
Las hembras se caracterizan por estar poco dispuestas a aparearse, aún con los esfuerzos de los “pretendientes”.
En el nivel 1 se requiere contacto directo entre ambos integrantes (macho y hembra). En el nivel 2, se requieren hormonas femeninas para que el macho despierte su comportamiento de cortejo hacia ella. Por último, en el nivel 3 la hembra debe reconocer visualmente al macho e identificarlo como candidato.
Un dato curioso y muy sorprendente es la capacidad del macho para detectar si se trata de una hembra de la misma especie y si está dispuesta a aparearse. Para ello este debe mantenerse a distancia y no precipitarse en su contacto.
Las hembras de algunos géneros suelen ser más hostiles y tienden a reaccionar negativamente ante la presencia de otros individuos. Se caracterizan por estar poco dispuestas a aparearse aún con los esfuerzos de los “pretendientes”. Es por ello que naturalmente ellos tienen desarrolladas conductas adaptativas y un poco más generosas con el fin de poder contrarrestar ese problemático “mal genio” de la pareja.
Cada huevo de la hembra mide alrededor de 1 mm y colocará hasta cientos de ellos, aunque generalmente son alrededor de 100. En toda su vida pueden generar ¡hasta 3,000 huevos! Estos serán colocados en un capullo de seda en forma de pequeña pelota y cuidará de ellos todo el tiempo hasta que nazcan, tanto así que la madre lo llevará consigo a todos los lados donde ella transite y evitará que los depredadores lo detecten recubriéndolo de vegetación o tierra. En algunos otros casos, las hembras naturalmente mueren antes de la eclosión de las crías.
En toda su vida, una hembra puede generar ¡hasta 3,000 huevos!
Las mudas previas a la adultez varían mucho dependiendo del tipo de araña. Por lo general, las más pequeñas necesitan cinco mudas antes de llegar a la etapa adulta; hasta ocho mudas para especies medianas y 20 o más para arañas más grandes.
La expectativa de vida es otro aspecto variable de las arañas. Algunas viven menos de seis meses, otras, cuatro años, e individuos más grandes pueden alcanzar los 25 años.
La hembra de la araña roja mata a su pareja masculina en más del 60% de los casos.
En las arañas existe la famosa creencia de que las hembras de ciertas especies se alimentan de los machos después del apareamiento si estos no logran defenderse o huir a tiempo, pero cabe mencionar que esto no se presenta en todos los casos y algunas veces puede ser antes o durante la cópula.
Un ejemplo de lo anterior es la araña viuda negra (Latrodectus mactans), aunque la gran mayoría de las veces esto no suele ocurrir, e incluso, a él se le permite vivir en la misma telaraña por un tiempo sin sufrir algún ataque. En el caso de la araña de espalda roja (Latrodectus hasselti) esto sí es más frecuente, ya que en más de 60 % el macho es aniquilado por su pareja femenina.
Se ha tratado de averiguar el porqué de los actos de canibalismo en la temporada reproductiva, pero solamente se han logrado obtener algunas hipótesis, entre la que destaca la de identidad equivocada. Esto explica que las hembras no logran identificar la intención del macho hacia ellas aún con las señales de este, viéndolo como un contrincante a vencer.